Tierra de lobos, Amar es para siempre o Águila Roja son algunas de las series en las que hemos tenido la oportunidad de ver a Enrique García Conde, además de en los cortometrajes Splash o The Adventure o en las obras de teatro Otelo, Descalzos por el parque o ¿Quién teme a Virginia Woolf?, pero no va a ser solo de sus interpretaciones sobre el escenario o en la gran y pequeña pantalla de lo que hable hoy con él, sino que, a través de sus pasiones, quiero dar a conocer a la persona que se encuentra detrás del actor.

Hola, Enrique, me gustaría saber cuáles son tus 4 grandes pasiones, pero ya sabes que no puedes incluir la interpretación, pues doy por hecho que, siendo actor, estaría entre ellas. Así que vamos ya con el hit parade. ¿Cuál de todas tus pasiones ocuparía la cuarta posición?:

Viajar. Por circunstancias nunca he podido hacer grandes viajes hasta hace unos años. Cada otoño-invierno me propongo hacer un par de viajes, ya sea solo o en pareja. De momento estoy conociendo ciudades europeas: es un vicio y siento una necesidad enorme por descubrir nuevos lugares y empaparme de nuevas culturas. El verano lo tengo reservado para ir a la playa, eso sí que lo llevo haciendo toda la vida y siempre aquí en España. Amo el mar, siempre me trae buenos recuerdos y nunca me quedo sin contemplarlo. La playa me relaja, pero contemplar el mar por ejemplo en un atardecer me hace sentir en paz y me olvido de todo durante un rato. Viajar es primordial ahora mismo en mi vida.

¿Cuál sería la tercera?

Escribir. Siempre he pensado que me explico mejor por escrito que hablando. Cuando siento la necesidad escribo, me ayuda a evadirme y expresar mis inquietudes y mis sentimientos de manera diferente a cómo lo hago normalmente. Adoro la poesía. De pequeño me gustaba mucho rimar, pero obviamente la poesía no es solo eso, es mucho más, y a lo largo de los años te das cuenta que la belleza que contiene es asombrosa. No sé si cuando escribo lo hago bien o mal, solo sé que me hace sentir bien, me siento libre y en el papel con mi boli cuento cosas que no sabría hacerlo de otra forma. Es una maravillosa vía de escape.

¿Y la segunda?

La comida. Cuando tengo un mal día pienso en lo que voy a cenar y se me quitan las penas. No, en serio, disfruto muchísimo comiendo, es un rato sagrado para mí y valoro lo que hay detrás de cada plato. Yo no soy un cocinillas, pero cuando preparo algo le pongo todo el amor y el esmero del mundo y más si es para otras personas. Me encanta tapear, salir cada semana a cenar con mi pareja, comer de menú y descubrir nuevos rincones y nuevos sabores. Una experiencia con la gastronomía como “plato principal” siempre he dicho que es el mejor regalo. Y si lo acompañas con un buen Ribera…

Y, por último, ¿cuál podríamos decir que es tu gran pasión?:

El fútbol. He crecido haciendo deporte y jugando al fútbol. De pequeño me llamaban “El segadas” porque era defensa y siempre me tiraba al suelo para robar el balón. Luego el balón lo empecé a meter en la red: me gustaba más ser delantero. Mi padre es el gran artífice de mi pasión por el fútbol y de que sea tan madridista, no solo yo, también mis hermanos. Nos llevaba a arbitrar con él y nosotros hacíamos la mesa, es decir el crono y las actas. En aquellos años mi padre y yo éramos socios del Real Valladolid, íbamos cada sábado o domingo al Zorrilla: lo mejor era el bocata que nos hacía mi madre. Hoy en día mi mejor plan es ver un partido del Madrid en casa de mis padres por la tele, disfrutando o sufriendo con él. Y si luego puedo ir al cine o al teatro mejor que mejor (jejeje).

Y ya sabéis que, si queréis conocer 4 pecados de Enrique, este artículo continúa en: https://orizonte.es/revistas/numero-72/#1

 

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