Jesús Noguero es un actor extremeño (La Codosera, Badajoz) con una gran carrera artística en cine, teatro y televisión. Así como profesor de interpretación en distintas escuelas e instituciones. Actualmente colaborador regular en D-espacio Vanessa Rasero.  De su trayectoria en audiovisual podríamos citar muchos proyectos tanto con papeles protagónicos como secundarios. Por destacar series podemos citar algunas en las que ha participado estos últimos años como La moderna, Mía es la venganza, El silencio o Celeste, estrenada el pasado mes de noviembre. Largometrajes podemos mencionar, La voz dormida, Princesas o Shevenatze: una epopeya marcha atrás, interpretación por la que recibió el premio a mejor actor en el Festival de Cine de Comedia de Peñíscola en 2008. En este 2024 también ha participado en Líbranos del mal, un cortometraje que protagoniza junto a Ana Wagener y que está dirigido por Andrea Casaseca.

Sobre los escenarios, Romeo y Julieta despiertan, Pato salvaje o El bar que se tragó a todos los españoles (premio a mejor actor secundario de la Unión de Actores y Actrices en 2022) son sus obras más recientes de su prolífica trayectoria, aunque la última función en la que ha participado ha sido en Bernice, adaptación teatral de la obra original de la dramaturga estadounidense Susan Glaspell, dirigida por Paula Paz y en la que ha dado vida al escritor Craig Norris, esposo de la difunta Bernice.

En Bernice, Craig Norris tiene un gran sentimiento de culpabilidad por la muerte de su esposa, de la que no se pudo despedir. ¿Cómo ha sido preparar este personaje con tantas contradicciones internas y muestras de desesperación?

Contradicciones es lo que uno desea siempre para sus personajes, eso definirá su humanidad. Fruto de esa fricción aparecen las vivencias, sentimientos, y emociones de la escena. La particularidad de este proceso ha sido conjugar la intensa demanda emocional de las situaciones; con el alto nivel conceptual de los diálogos. Por suerte uno no está sólo en esos quehaceres y Paula Paz, la directora, ha insistido con gran criterio en la búsqueda continua de esos equilibrios. Por otra parte, mucho del trabajo en realidad se hace con l@s compañer@s, con las reacciones de los otros personajes. A través de la comunicación, permitiendo que hablen los cuerpos, uno va descubriendo junto a la directora y los compañer@s los impulsos y las reacciones adecuadas para la construcción del personaje. Esto es fácil cuando cuentas con compañer@s como Eva Rufo, Javier Lago, Esperanza Elipe, Rebeca Hernando y la mirada atenta, lúcida y paciente de Paula.

La obra se ha representado en TeatroEspañol de Madrid, por primera vez en España, desde el 28 de octubre hasta el 8 de diciembre de este 2024 que estamos terminando. ¿Qué valoración haces de esta primera temporada en cartelera?

Hemos colgado cartel de “no hay localidades” todos los días. Es evidente que la propuesta de Eduardo Vasco ha sido acertada, apostando por esta autora “desconocida” en nuestro país. Susan Glaspell demuestra tener una voz muy actual en cuanto a los contenidos y una gran habilidad y sensibilidad como dramaturga. La obra cuenta con claros recursos de suspense. La historia se sigue con gran interés y atención mientras se desgranan grandes temas sociales como la redefinición de los roles de género y, aún los grandes temas existenciales, la impermanencia, la identidad, ¿cuál es el sentido?, el AMOR…

En 2025 podremos volver a verte sobre los escenarios en el Teatro Valle-Inclán, no sé si antes, con La Patética, con texto y dirección de Miguel del Arco. ¿Qué puedes contarnos de tu personaje en esta obra?

Yo interpretaré a Chaikovski. Mejor dicho, el fantasma de Chaikovski. La fantasía que conversa y acompaña a Pedro Berriel (Isra Elejalde) un agonizante director de orquesta, pues le han diagnosticado una enfermedad terminal, lo mismo que a su carrera artística. Antes de acabar sus días anhela redimirse, dirigiendo y recreando para la posteridad, quizá para aferrarse a la vida, la famosa sinfonía.  Mi personaje le acompaña en este intento como amigo, confidente y mentor; aportando desde la ironía y el humor un punto de vista crítico y lúcido sobre los acontecimientos. Algo que promete ser divertido.

En El bar que se tragó a todos los españoles interpretas a varios personajes. ¿Supuso un gran reto esta actuación con respecto a otras?

Realmente no. En aquella ocasión los personajes estaban muy dibujados desde lo que decían. Estaban muy claros ya sobre el papel. Listos para entrar a jugar.

En Líbranos del mal compartes protagonismo con Ana Wagener, con quien ya participaste en La voz dormida (2011), aunque no llegasteis a compartir escena. Ahora habéis sido matrimonio. ¿Cómo ha sido el rodaje de este cortometraje?

Ambos teníamos muchas ganas de jugar junt@s. Y llegó la oportunidad a través de este corto de Andrea Casaseca, que sin duda se nos ha quedado corto. Esperemos que el proyecto se convierta en el largometraje que en realidad es su origen. Trabajar con “la Wagener”, que es una de mis actrices favoritas, pues obviamente ha sido un regalo. Constatar que esa humanidad que irradian sus personajes tiene que ver con su generosidad, con la disposición a compartir delante y detrás de la cámara, es una lección que me gusta repetir, una opción ética y técnica que compartimos. Si le sumamos el mimo y la confianza que Andrea depositó en nosotr@s y la compañía de amig@s que completan el reparto: Jorge Kent, Pepa Gracia, Jorge Páez…  Pues ¿dónde hay que firmar?

¿A qué sabe el primer premio que uno recibe?

Para mí el primer premio significativo fue el de la unión de actores, como mejor actor secundario por “El bar que se tragó a todos los españoles”. En realidad, yo lo sentí como el reconocimiento a toda mi trayectoria. Y me supo a gloria porque ese premio, precisamente, te lo conceden tus compañer@s de profesión. Así que, disfruté del cariño y el reconocimiento de mis compañer@s, la reafirmación de pertenecer a una familia muy querida.

¿Qué es para ti el reconocimiento?

En lo profesional, pero sobre todo en lo personal, es eso que si no lo tienes eres un desgraciado pero que si te obsesionas con tenerlo serás un infeliz. El reconocimiento, en su medida es ese estímulo, que te valida ante los demás y te anima para seguir haciendo las cosas de la mejor manera posible. Pero si te lo crees demasiado y te obsesionas con tener esa distinción todo el rato, pues como cualquier otra adicción, serás esclavo de la ansiedad y la insatisfacción, porque invariablemente entrarás en comparaciones y siempre habrá alguien que lo haga mejor que tú, que tenga más suerte, que sea más guap@, mas ric@… un pozo sin fondo.

De todos los personajes que has interpretado, ¿con cuál es el que más has disfrutado?

Me voy a quedar con Berowne, el protagonista de Trabajos de amor perdidos, una de las primeras comedias de Shakespeare. Un proyecto en el que colaboré por puro amor al arte, en ensayo 100, una pequeña sala alternativa de Madrid y que, paradójicamente, me abrió las puertas de la tele y el cine. Un éxito inesperado. Y fue muy disfrutado porque, como digo, no había mayor expectativa de partida que la del placer de hacer un personaje como Berowne. Cómico, ingenioso, brillante.

¿Y cuál del que más ha aprendido?

Con el que más aprendo procuro que sea siempre el último… pero me viene Kostia de “La Gaviota” dirigido por mi maestro Jorge Eines… aunque tal vez Edmon en “El rey Lear” dirigido por Gerardo Vera, junto a Alfredo Alcón… Edmon el hijo ilegítimo (el bastardo) de Glocester, siendo un villano, lograba conmover porque se entendía su profunda necesidad de “reconocimiento”, de ser legítimo, de ser amado. Antes hablábamos de la importancia del reconocimiento. La mayoría de los “villanos” están aquejados de esta sensación de falta. “La vanidad es la inflamación de lo que no llegó a ser”, dice María Zambrano. La mayoría de los villanos tratan de compensar esa falta de conexión con el “Ser”, esa sed, esa sensación de carencia obsesionándose con el poder, la fama, el dinero y demás adicciones…

Perdiendo el juicio es una de las series en los que podremos verte en 2025. ¿Qué puedes contarnos de tu participación en este drama jurídico?

La serie combina comedia y drama, y ya sobre el guion, promete ser un prime time muy entretenido. Me ha encantado conocer a María Togores, la directora, con la que he sentido una gran compenetración a la hora de crear y llevar a escena al personaje de “Teo”, que es el protagonista episódico de uno de los casos que tendrán que resolver Manu Baqueiro y Elena Rivera. Me ha gustado mucho reencontrarme con Manu Baqueiro con el que coincidí en la primera temporada de Amar en tiempos revueltos. Veinte años más tarde y muchos éxitos después no ha perdido un ápice de su generosidad y compañerismo. Ole Manu.

Los gemelos y Penélope son algunas de las obras con las que has actuado en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. ¿Cómo actor y pacense que supone para ti actuar en el Teatro Romano de Mérida?

Actuar en Mérida siempre es un orgullo, un honor y un placer. Y además tiene ese ingrediente mágico, como de máquina del tiempo, que añade a cualquier cosa que se haga allí una dimensión de encuentro con lo ancestral. En mi caso siendo pacense y actor, me produce un sentimiento doble de estar en casa pues se unen la tierra y la profesión. Un poco Ulises volviendo a Ítaca, y no solo cuando actué en Penélope sino cada vez que tengo la suerte de volver al festival de Mérida. En la edición, que dirigió Blanca Portillo actué con Mi hermano Polinices en la Alcazaba y también las piedras de la muralla y la tierra madre del suelo, operaron de nuevo esa magia que siempre se produce en el gran teatro Romano.

La Codosera es un pueblo fronterizo situado al noroeste de Badajoz. Cómo población rayana, ¿qué recuerdo tienes de la cultura compartida con Portugal?

Muchos recuerdos familiares… Mis abuelos paternos eran portugueses y mi abuela materna también, todos ellos rayanos de la campiña, ese espacio donde los caminos y las veredas entran y salen y no se sabe bien si estás en un país o en otro. Algo que atraviesa muchos de estos recuerdos es precisamente el portuñol: la lengua de mis abuelos, una suerte de lenguaje casi familiar donde se mezclan voces y acentos portugueses con los españoles. Esto da lugar a un amplio margen para la invención de palabras y expresiones. Recuerdo a mi abuela Joaquina, en la puerta de casa hablando con la siña Martina, vecina de toda la vida; debían estar criticando a alguien… yo escuchaba la retahíla de apelativos… que sólo parecían entender ellas dos, bueno mi tía María también a juzgar por las risitas. Cuando les pregunté qué significaba: saburoso, chivumaniao (imposible dar cuenta de la sonoridad) se rieron, y no quisieron traducirlo, tampoco debía ser fácil. Mi tía María para salir del engorro dijo que se lo habían inventado, que eran cosas de los antiguos.

¿Qué arraigo mantienes con La Codosera?

Es el paisaje en el que se hunden mis raíces de alcornoque.  Además desde hace unos años tengo de vuelta en el pueblo a mi madre, mi hermana y mi sobrina, así que voy a menudo. Pero por encima de todo es el escenario de mi primera infancia. Viví allí hasta los ocho años, algo que ha dejado una cierta impronta de nostalgia en mi carácter, de añoranza, de paraíso perdido, a la vez que un espíritu libertario por haber podido jugar a los indios, con la tierra, con el pasto y con el río. El Gévora también atraviesa varias veces la frontera ignorando las diferencias hispano-lusitanas.

Para finalizar la entrevista, ¿qué te gustaría hacer en el futuro?

Me gustaría seguir trabajando como hasta ahora. En el teatro tengo la suerte y el mérito (también hay que decirlo) de ser reclamado con regularidad para participar en proyectos de máxima calidad, como ha sido “Bernice” en el Español y próximamente en el CDN con “La patética”, magnífico texto de Miguel del Arco. Y, por supuesto, seguir trabajando tanto en cine como en televisión. Con el deseo de tener una mayor presencia en proyectos de calidad como ha ocurrido este año en Celeste movistar plus, o Escape la película de Rodrigo Cortés, o la referida “Perdiendo el juicio” para antena 3. Confesaré que aún me siento a la espera de ese personaje que suponga el punto de inflexión en mi carrera a nivel audiovisual. Así que ahí lo dejo. Por último, no quiero dejar de expresar el “reconocimiento”, el sentido y el aprendizaje que obtengo siendo profesor de interpretación. Algo que, sin duda, mantiene viva mi curiosidad y mi deseo de perfeccionar, tanto en mis alumn@s como en mí mismo el noble arte de la actuación. Agradecer desde aquí a D-espacio Vanessa Rasero la oportunidad que me brinda de ser colaborador en su escuela.

Fotografías de Leo Rodríguez.

Puedes leer más artículos en https://orizonte.es/revistas/numero-80/#1

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.