La vida no son dos días
Por Cayetana Cabezas
Eso dice mi abuela, ¡que qué larga se le hace a veces! Pero que tampoco quiere morirse. Y que no debería tener que ocurrirnos nada extraordinario para cuidar nuestro tiempo aquí, en el mundo; eso también lo dice.
La vida no son dos días.
Y me canso de escuchar lo contrario imperando que ¡qué caray!, que ¡a vivir!, que ¡carpe diem! El lema más tatuado de los 90 quizá sea también el peor entendido de la historia. La excusa perfecta para no hacernos cargo de las consecuencias de nuestras decisiones, para creernos que la vida cambia de un día para otro, sin avisar, ¡chin pum! No, lo siento, pero no lo compro. Claro que hay un día en el que el resultado nos explota en la cara. Sin embargo, suele ser una cadena de decisiones la que desata ese resultado. Ese y no otro, quiero decir.
La vida no son dos días.
Pero la vanidosa actualidad avanza como si así fuera. Rauda, rotunda, desmemoriada. Sorda frente a lo sutil. Ignorante frente al detalle. ¿Lo importante? El impacto. Cuanto mayor, mejor.
El genocidio del pueblo Palestino se mantiene a duras penas en las portadas. Somos diariamente testigos privilegiados de la catástrofe, pero, como analiza Susan Sontag en Ante el dolor de los demás, estamos tan saturados de imágenes que perdemos nuestra capacidad reactiva. Numerar a los muertos se ha convertido en un monstruoso cotidiano. Y no es nuevo esto. Ocurre con Afganistán, con Siria, con Ucrania… Conflictos intermitentemente aparcados que solo se retoman cuando el panorama político opina, se posiciona o amenaza con algún nuevo conato de fin del mundo.
La vida no son dos días.
Sino uno tras otro tras otro. Y el delicado tiempo nos modela, escribió Borges.
Aunque no siempre se sienta delicado.
Estábamos todavía en shock, desgranando las acusaciones de violencia sexual ejercida por Íñigo Errejón, cuando llegó la Dana para arrasar las vidas de los valencianos. Una tragedia cuya dimensión no habría sido tal de haber tomado nuestros gobernantes otras decisiones. Ya no ese martes 29 de octubre y los días que siguieron, que por supuesto también, sino desde hace años. Recuerda: Un día tras otro tras otro.
El urbanismo y la arquitectura salvan o sesgan vidas; nacieron para ello. Aunque muchos sigan empeñados en que su función sea eminentemente empresarial. Los mismos a los que se les llena la boca de constitucionalismo escupen como tabaco mascado los artículos de la Constitución Española que no les convienen. Reza el 47: «Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada». Quizá adecuada es el adjetivo subjetivo en el que se refugian ellos para no cumplirlo. Adecuada a lo que pueda pagar el propietario, pensarán. ¿Habría que matizar entonces? Digna y adecuada para garantizar unas buenas condiciones de seguridad, salubridad y… alegría de vivir. ¡Por ejemplo! La alegría de vivir en la Constitución ni se menciona y yo creo que debería ser la columna vertebral en torno a la que se articulase un pueblo. Ahí lo dejo. Sigue el artículo 47: «Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación». ¿Qué hacemos, fingimos demencia y continuamos?, porque es evidente que ni se está cumpliendo la constitución ni «todos los españoles somos iguales ante la ley» (Artículo 10).
Escribo estas líneas semanas después de que Donald Trump, un hombre declarado culpable de 34 delitos en un juicio penal y con 3 causas pendientes, fuese elegido 47º presidente de los EEUU. Ese fue el primer gran titular que empezó a diluir el lodo que todavía hoy cubre partes de Valencia. Hace ya varios fines de semana que disminuyó drásticamente el número de voluntarios que se desplazaban a los pueblos afectados para ayudar a las personas damnificadas, a pesar de que se siguen y seguirán necesitando manos, furgonetas, víveres, agua… Poco a poco el bulldozer de los medios de comunicación desvía nuestra atención. La concienciación de las empresas se dispersará y las ayudas económicas de los donantes se espaciarán en el tiempo hasta, ojalá me equivoque, desaparecer. Ocurrió con el Prestige. Ocurrió con el volcán de La Palma. La herida solo le duele al que la padece cada día.
¡Y ya hemos quedado en que la vida no son dos!
Mi abuela lo sabe; lleva aquí 34.675, así que hazle caso. A mi abuela no le hace falta perder su tiempo para darse cuenta de lo que vale, de la misma manera que a mí no me hace falta perder a mi abuela para saber cuánto la quiero. Y lo que se quiere se cuida. Y cuidar es tomar buenas decisiones. Un día tras otro tras otro. ¡Que el tiempo no todo lo cura! Basta ya de farsas, maldito refranero popular; cura lo que hacemos con nuestro tiempo.
Así que, mientras unos y otros se pierden en burocracias y señalamientos y encontramos y condenamos a los culpables, no te pierdas tú. Observa y ofrece lo que necesitan tu pareja, amigo, vecina, que la red de ayuda empieza en casa y la historia nos confirma que el pueblo ha ido, siempre, por delante de los que lo gobiernan.
Cayetana Cabezas es una actriz y escritora que ha participado en diferentes series de televisión como Machos Alfa, Servir y Proteger o Brigada Costa del Sol. En 2023 publicó la novela Una persona para el fin del mundo (Mankell). Escribe artículos sobre actualidad para diferentes periódicos y magazines. Actualmente se encuentra representando la obra de teatro Madres en el Teatro Lara en Madrid, que permanecerá en cartelera hasta junio de 2025. Puedes seguir a Cayetana en Instagram en: @cayetanacabezas
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