La DANA de Valencia: Entre el Diluvio y la Inundación Social

Por Mapi Romero

En Valencia, cuando el cielo se abre y cae lo que parece ser toda el agua del Mediterráneo, no es solo un fenómeno meteorológico; es una metáfora maldita. Una DANA —ese eufemismo técnico para el desastre natural que los meteorólogos adoran pronunciar como si fuera una oscura profecía griega— no es un simple evento; es el espejo de nuestras miserias humanas, políticas y sociales.


Valencia, la ciudad que presume de sol y paella, quedó ahogada, literalmente, bajo toneladas de agua. El agua no discrimina: invade cascos históricos, casas de lujo, huertas centenarias y hogares precarios con igual fervor. Pero no es el agua lo que enfurece a la ciudadanía, sino el eco sordo de una política que hace tiempo dejó de responder a sus clamores.

El espectáculo de la inoperancia

La DANA, como fenómeno meteorológico, no es nueva. Los expertos llevan años alertando de que el cambio climático las intensifica, de que nuestras ciudades no están preparadas y de que las infraestructuras requieren inversiones urgentes. Pero aquí estamos, con las mismas promesas recicladas y los mismos políticos posando en botas de agua como si fueran héroes al rescate, mientras todo sigue igual —o peor— después de que las cámaras se apaguen.

Los barrios más afectados de Valencia no necesitan héroes fotogénicos; necesitan desagües que funcionen. Pero el dinero de los presupuestos regionales parece tener un imán para proyectos faraónicos, mientras que las inversiones en lo esencial —infraestructuras resilientes, gestión de riesgos— son siempre las primeras en el tajo del recorte. Porque, claro, una nueva línea de metro subterránea no corta tanto la cinta inaugural como un centro cultural pomposo o un estadio deportivo brillante.

La respuesta política, como era de esperarse, fue una coreografía perfectamente ensayada. Los de un lado culpan al cambio climático; los del otro, a la mala gestión histórica de los recursos hídricos. Al final, todos culpan a la DANA misma, como si las lluvias torrenciales fueran una conspiración personal contra sus agendas.

La solidaridad, ese milagro cotidiano

Pero mientras los políticos juegan al ping-pong de la culpa, las calles ofrecen un espectáculo diferente: vecinos rescatando vecinos, voluntarios improvisados entregando comida y ropa seca, y empresas locales ofreciendo sus recursos para bombear agua o proporcionar refugio.

En pleno siglo XXI, con sus algoritmos, avatares y promesas de inteligencia artificial, resulta irónico que la tecnología más avanzada para afrontar esta catástrofe sea la solidaridad humana. Es ese motor invisible y anárquico que, sin jerarquías ni planes estratégicos, consigue salvar vidas y preservar la dignidad de quienes lo han perdido todo.

Los jóvenes, en particular, fueron los protagonistas inesperados. Quizá porque tienen menos que perder, o tal vez porque están hartos de esperar soluciones desde arriba. En cualquier caso, su energía y creatividad transformaron las redes sociales en plataformas de rescate: grupos de WhatsApp, hashtags y publicaciones en Instagram se convirtieron en herramientas vitales para coordinar ayuda en tiempo real.

Es aquí donde Valencia se redime. No en sus despachos, sino en sus calles; no en sus discursos, sino en los gestos pequeños y heroicos de personas comunes.

La crítica social, entre el cinismo y la esperanza

Pero no nos engañemos: la solidaridad, aunque conmovedora, no es suficiente. No puede ser la solución permanente a problemas estructurales. ¿Cuántas DANAs más debe soportar Valencia antes de que su ciudadanía exija algo más que parches y promesas vacías?

La respuesta política actual al desastre climático es un ejercicio de cinismo calculado. En lugar de tomar medidas drásticas, las élites parecen satisfechas con mantener el statu quo, conscientes de que las catástrofes se olvidan tan rápido como se suceden las noticias. La falta de planificación urbana, la corrupción que ha permitido construir en zonas inundables y el desinterés por proteger las huertas y otros espacios naturales son solo algunos ejemplos de esta negligencia institucionalizada.

Sin embargo, algo está cambiando. La indignación no es una reacción pasiva; está tomando forma en manifestaciones, debates públicos y exigencias concretas. La ciudadanía valenciana, especialmente las generaciones más jóvenes, está comenzando a conectar los puntos entre la política del despilfarro y las consecuencias climáticas que sufren en carne propia.

El futuro es ahora (o nunca)

La DANA de Valencia no es solo un desastre natural; es un catalizador. Nos obliga a enfrentarnos a preguntas incómodas sobre quiénes somos como sociedad y hacia dónde queremos ir. ¿Seguiremos tolerando un sistema que reacciona en lugar de prevenir? ¿Permitiremos que el agua arrase no solo con nuestras calles, sino también con nuestra dignidad colectiva?

El futuro de Valencia —y de tantas otras ciudades amenazadas por el cambio climático— dependerá de si somos capaces de transformar la solidaridad espontánea en un movimiento sostenido, capaz de exigir cambios reales. Porque, al final, la verdadera inundación no es la del agua, sino la de nuestra indiferencia.

Si algo quedó claro tras la DANA es que el espíritu humano puede superar las peores adversidades. Pero no podemos seguir confiando en milagros cotidianos para sobrevivir. Necesitamos un plan, necesitamos acción y, sobre todo, necesitamos un liderazgo que entienda que no podemos posponer lo inevitable.

Valencia es mucho más que sol y paella. Es una ciudad vibrante, resiliente y, cuando las aguas lo exigen, profundamente humana. Pero también es una advertencia para el resto del mundo: si no aprendemos de nuestras fallas, tarde o temprano, todos acabaremos bajo el agua.


Mapi Romero es guionista, escritora y autora de los thrillers Infiel y Obsesión. También ha publicado libros infantiles como Mariola y el mundo y dos destacados poemarios. Su última obra, Cartas al tiempo, es un poemario que invita a descubrir la belleza en lo efímero, en esos momentos que suelen pasar desapercibidos, pero dejan una huella imborrable en el corazón. Disponibles en Amazon. Mapi colabora en libros solidarios como 30 mujeres fascinantes y en cuentos infantiles destinados a recaudar fondos para los más pequeños. Actualmente, trabaja en el sector audiovisual, donde los sueños se transforman en historias. Puedes seguir a Mapi en Instagram en: @mapirom

Puedes leer más artículos en Orizonte Magazine Edición Especial Nº80

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